sábado, 5 de julio de 2008

JAVIER DARÍO RESTREPO


UTILIZAR LA INVENCIÓN ES COMO ECHARLE AGUA AL VINO. JAVIER DARÍO RESTREPO

Por Diego Leonardo González Rodriguez


¿Qué tanto ha cambiado la prensa en Colombia con respecto a su experiencia?

Javier Darío Restrepo.: Ha sido muy determinante la revolución tecnológica, comenzando por esa renovación elemental que fue la grabadora, el periodista comienza a perder su capacidad de contrapreguntar, de examinar y criticar lo que le están diciendo, porque confía en el aparato y es tanto como entregarle a un elemento mecánico una capacidad del ser humano.

Kapuscinski tenía razón cuando hablaba de no conceder entrevistas telefónicas, porque decía él: “Una entrevista telefónica es la mitad o menos de la mitad de una entrevista”, si uno quiere conocer la realidad del entrevistado tiene que mirar sus relaciones, tiene que tener en cuenta sus tics verbales, el escenario en el que se mueve, toda la cantidad de elementos que configuran al ser humano y determinan al ser humano.

Después aparecen las cámaras de televisión, quienes trabajamos con cámaras enormes y películas que habían de estar revelando y editando casi todavía húmedas, no estábamos tan tentados a utilizar y a remplazar alguna facultad nuestra con la cámara de televisión, pero cuando llegan las cámaras digitales, cuando uno puede grabar imágenes con cualquier cosa, el periodista vuelve a confiarse en los aparatos, entonces aparecen todos estos reporteros espontáneos que tienen un celular y que con el celular ha estado en el momento oportuno en el que sucede algún episodio grande, allí es donde los periodistas comenzamos a preguntarnos ¿Cuál es nuestro papel? Es una situación ambivalente muy interesante, porque en primer lugar el periodista entiende que hay tareas que otras personas pueden cumplir sin necesidad de la capacitación que él, real o supuestamente tiene; en segundo lugar entonces cual es la tarea en la que yo como periodista soy irremplazable por cualquier espontáneo, ahí se crea una coyuntura importante para el periodista para entrar a fondo de lo que es su tarea, una oportunidad de mejorar y viene entonces uno de los dilemas que se plantean hoy: “Si escribir noticia o escribir crónica, escribir crónica o escribir el gran reportaje; ¿hacer qué? Eso ha dado lugar a unas cuantas exageraciones.

En los primeros diez años de La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) le encomendó a un grupo muy interesante que hiciera una investigación sobre los resultados de esos diez años y una de las cosas que allí anotaron y que fue concebida con una cierta incomodidad, fue la siguiente La Fundación se ha dedicado a formar cronistas, gentes que escriban crónicas o el gran reportaje, consecuencia de eso: estamos perdiendo los mejores periodistas, entonces se salen de las redacciones porque no les dan la oportunidad de escribir así y se dedican a escribir libros.

Perdimos periodistas y ganamos escritores, la cuestión es que es mejor para la sociedad: “¿Sí tener muchos escritores de libros o tener muy buenos periodistas?”.

El otro problema que hay, es que buscando hacer un mejor periodismo y desde luego deslumbrados por el éxito de los periodistas brillantes que viven de su pluma, entonces resolvieron: “nos vamos a volver buenos cronistas” y no entendieron la diferencia que hay entre la novela y la crónica, entonces resolvieron novelar la información y allí la información cambio y perdió el periodismo y perdió ese periodista.

En uno de los talleres ofrecidos por García Márquez, en ese entonces estaba escribiendo “Noticia de un secuestro” y contaba como había logrado él a través de una rigurosa tarea de reportería captar todos los detalles de las personas que estaban bajo secuestro de los narcotraficantes, en especial de Pablo Escobar, fue el caso de doña Marina Montoya.

A doña Marina un día la raptan, García Márquez describe que clase de vestido llevaba, que lápiz labial, que maquillaje, que perfume se había puesto para el día en que se la llevaron para asesinarla. Entonces todos esos detalles adquieren un inmenso relieve por el hecho de que iba a ser asesinada y de que la muerte la sorprendió así, así vestida así maquillada así perfumada.

Cuando nos contó eso hubo alguien que dijo: “¡Pero eso es novela Gabriel!”. – No en una crónica, usted falla y falla gravemente, cuando cambia el color de los ojos de una persona.

Todos los detalles hacen parte de una realidad que uno está trascribiendo y es que el periodista cuando hace una crónica está haciendo un milagro al revés del milagro del génesis. Explicó. Uno abre el génesis y dice: “Dijo: Dios o sea la palabra y las cosas fueron hechas, o sea la palabra y después la creación de las cosas” el periodista actúa al contrario, las cosas suceden y utiliza la palabra para recrear las cosas, pero no sólo eso, las recrea para que quien conozca eso o sea el lector, pueda a su vez recrearlas y con cuanta mayor fidelidad las recree es más libre para decidir.

El proceso que sigue el periodista es ambicioso, complejo y exige una gran responsabilidad, cuando uno se da cuenta de cual es la tarea como periodista; ¡que novelista, ni que cuentista! Si esto es mucho más ambicioso que cualquier otra cosa.

¿Cuándo usted comenzó a escribir sus crónicas que elementos utilizaba?

J.D.R.: Primero me pregunto que se del tema, después que me hace falta saber, ahí es donde empieza la reportería, si se trata de una investigación entonces que indicios poseo; todo sobre ese papel, ¿estos indicios a donde conducen? Y se formula la hipótesis.

Se puede decir que se comienza a pisar en firme para una investigación, porque ya se trata de comprobar el tema y buscar las formas de cómo comprobarlo.

La segunda parte es más complicada, es la de la “comunicabilidad” para mi era fundamental pensar en quien me iba a leer, quien es al fin y al cabo mi amo, se está trabajando es para esa persona, entonces comienza la selección del género si el lector es apresurado tendrá que utilizar el género noticia, si hay la posibilidad del espacio y de que los lectores cuando vayan más allá de la simple noticia es cuando se elige la crónica o el reportaje.

¿Diferencias entre crónica y reportaje?

J.D.R.: Con los años me he dado cuenta que esa distinción entre crónica y reportaje es una distinción más que toda académica, puramente teórica que en la práctica vienen a ser lo mismo.

Yo tengo un par de libros que son la diferencia entre crónica y reportaje, escribí uno que se llama “Avalancha sobre Armero” eso era un reportaje porque ahí doy cabida a una cantidad enorme de voces y al mismo tiempo con esas voces dando una interpretación a lo que sucedió en Armero; tengo otro libro que es una colección de crónicas “Con asombro de reportero” en donde la diferencia es clara.

Comienzo ese libro con una crónica sobre un muchacho de doce años que salió a pescar con su padre en un pueblecito (El Rincón) cerca al Golfo de Morrosquillo y cuando estaban ya muy lejos y a media noche el papá se le murió, entonces es un niño de doce años al mando de una barca, de una canoa de pescador con el cadáver de su padre en el fondo y con el reto que él mismo se plantea de llevar a darle un entierro digno a su padre.

Es un episodio muy concreto, unos cuantos testigos, con los testigos y los documentos se reconstruye el hecho, un hecho concreto no algo muy amplio.

¿Cuándo un cronista ficciona una crónica como herramienta retórica está faltando a la ética?

J.D.R.: Sobre todo está siendo infiel a la realidad, está jugándole sucio a la realidad; es comprobado que la realidad es mucho más original que la ficción, entonces es pretender ser más original que la misma realidad y luego es jugarle sucio al lector, porque el leyente no puede distinguir a donde comienza la ficción y a donde la realidad.

El lector tiene un pacto implícito con el periodista: “Usted me cuenta lo que sucedió y yo le creo” es el gran ideal de uno como periodista y al hacer uno crónica no abandona ese ideal, quiere que le crean, pero dejan de creerle en el momento en que se incorporan elementos puramente subjetivos en una realidad.

Le leí alguna vez a Arturo Pérez - Reverte algo interesante en el sentido que: “Si un novelista en un determinado momento aparece periodista es un pésimo novelista y si un periodista llega a dar la apariencia de que esta haciendo novela es un pésimo periodista” cada uno dentro de su oficio y fiel a su oficio.

Si el cronista es un testigo histórico ¿Puede ficcionar su historia si los hechos se dan para que lo haga?

J.D.R.: Pero en ese caso no haga crónica, ni escriba en un periódico, sino anticipe al lector que va hacer ficción, porque todas esas realidades solo las puede explicar con elementos de invención, que es la explicación que tiene la utilización de la fantasía para recrear hechos históricos, que son hechos tan complejos o que se cree solo pueden ser percibidos de una manera viva por el lector, si se los presenta como ilusión entonces la realidad histórica pierde.

Utilizar la invención es como echarle agua al vino, lo que quiere decir rebajar la calidad.

Lo ético y lo técnico está estrechamente confundido en periodismo.

La técnica dice: “Lo que es historia es historia y lo que es ficción es ficción y no se deben combinar, porque en el momento en que a la historia se le introduce la ficción deja de ser historia”

La ética dice: “Tienes que ser leal con tus lectores y por consiguiente no los puedes engañar”

¿La ética periodística ha sido instaurada desde la academia o desde la experiencia empírica?

J.D.R.: La ética le dice al empírico: usted tiene la autoridad y le presta un mejor servicio a sus lectores en la medida que tiene un mejor conocimiento, por tanto el empírico no puede despreciar el conocimiento que da la academia.

Al mismo tiempo, le dice al que sale de la academia: a usted toda esa teoría que aprendió en la academia le sirve muy poco si no la une con la experiencia. Es decir se necesitan los unos a los otros.

¿Qué tanto puede influir el editor en el trabajo final del cronista?

J.D.R.: El editor puede ser el Rey Midas que transforma toda esa cosa tonta o muy torpe que hace el principiante en una estatua de oro o puede hacer lo contrario.

Hay incluso un libro que público La Universidad de Antioquia el cual es para enseñar a ser editores y uno de los aspectos en el que más insiste es que el editor es ante todo un maestro.

Es alguien que tiene que terminar la tarea que comenzó la universidad, pero terminarla ya sobre la práctica. Ese es el gran editor.

¿Con que criterios se edita una crónica?

J.D.R.: El principal criterio es el pensamiento en el lector, luego se piensa en el tema y en que medida el tema es bueno para el lector.

¿No se pierde el contenido histórico al editar la crónica?

J.D.R.: No, justamente ese es el valor de la crónica, que mantenga todos los elementos. Voy a utilizar una comparación. Una buena sopa que tiene muy distintos elementos es tanto mejor cuando cada uno de los elementos conserva toda su sustancia y eso lo saben los buenos cocineros.

Si es alguien que mantiene la convicción de que en la realidad tiene de por si suficiente fuerza para llamar la atención para educar la conciencia de la gente, no va a querer desfigurar la realidad mediante omisiones o recortes.

¿Cuál es la estructura de la crónica?

J.D.R.: Yo utilizo elementos visuales. Escribiendo se me salió el reportero de televisión, las crónicas siempre arrancan con el elemento visual, ese es un elemento que yo utilizo para estructurar la crónica, es decir, que la gente vaya viendo el desarrollo de los hechos, ahora, no es un desarrollo ciego, es un desarrollo que conduce a alguna parte.

No es una estructura puramente lineal, habrá en otros casos el juego con el tiempo y otra puede ser la corriente interna o sea mediante conversaciones con diferentes personas se puede reconstruir lo que iba sucediendo por dentro de los sujetos; también se puede construir por contraste o mirando los diferentes escenarios tejiendo los hechos.

¿Cuáles eran los problemas éticos más frecuentes que tenían los cronistas de antaño? Y ¿Cuáles identifica en los actuales?

J.D.R.: Me recuerda por ejemplo del celebre cronista de los suicidas del Salto de Tequendama “Ximénes” Jiménez inventaba las cartas. Ahí tiene a alguien que está jugando con la verdad.
Está el caso de Felipe González Toledo, quien cubrió el crimen del “Desmaletado”, se acostumbraba en ese tiempo contar las cosas por pedazos, de modo que al día siguiente se hacia otra entrega y así en repetidas ocasiones, eso implicaba inflar los temas, no mentir sobre los contenidos, sino darles más importancia de la que tenían sólo por un afán comercial de mantener la expectativa y el interés de la gente sobre el.

Un problema que se plantea hoy con cierta angustia es: “El que el periodista llegue a convertir en un personaje interesante a un criminal”. Ahí, hay un problema ético porque es presentar el mal como si fuera bien y luego las falsas atribuciones, atribuirle a las personas que dijeron lo que en realidad no habían dicho o que si habían dicho, pero no de la forma que se les atribuye.

Son todos problemas de lealtad, de compromiso con la verdad, responsabilidad o problemas de independencia.

¿La inmediatez es un enemigo del género?

J.D.R.: Eso depende del periodista, se necesita un periodista muy ágil como en el caso de Germán Santamaría, justamente en el cubrimiento de Armero fue impresionante; ese es un caso en el que la inmediatez por el contrario le hace ganar fuerza a la crónica, depende del periodista por eso un cronista requiere mucha formación.

¿Usted cree que el rigor de la crónica supera a la del reportaje en cuanto contenido informativo?

J.D.R.: El reportaje tiene mayor contenido informativo; la crónica tiene mayor profundidad sobre detalles o aspectos muy concretos de los hechos.

No hay comentarios:

La vida de un Cascarrabias

Mi foto
la finalidad es poder decir con exactitud nuestras averiguaciones, manteniendo la sensibilidad de los sucesos.