sábado, 5 de julio de 2008

ALBERTO SALCEDO RAMOS



EL ROSTRO HUMANO DE LA NOTICIA. ALBERTO SALCEDO RAMOS

Por Diego Leonardo González Rodriguez


¿Qué es ser cronista?

Alberto Salcedo Ramos.: Ser un cronista es contar historias de largo aliento, historias que puedan informarle a la gente, acerca de hechos de interés universal y humano, y puedan propiciar miradas diferentes sobre esos hechos, no sólo informar sino hacerlo con un estilo personal, con una escritura, que de alguna manera haga que el texto sea perdurable, que hoy pueda ser leído como actualidad y mañana como historia.

Parece que la crónica es un género que contribuye a humanizar el periodismo; la crónica yo la he definido como “El rostro humano de la noticia”, si le quitamos la crónica al periodismo, nos queda un periodismo de igual manera informativo, pero menos ameno, menos amable, menos bello.

¿Cómo plasmar lo humano en un escrito?

A.S.R.: Un cronista es una sanguijuela de la realidad, una garrapata que se le pega al lomo de la realidad, allí encuentra su alimento y su razón de ser, entonces el cronista donde un reporte común y corriente sólo ve una noticia, el cronista también ve una noticia pero además una historia, el cronista va más allá de lo informativo, sin desdeñar lo informativo. Por ejemplo: para un hacedor de noticias, el caso de la familia Kluter en Holcomb, sería simplemente reducido a la siguiente forma: “Muere familia de granjeros en Holcomb”; para Truman Capote es “A sangre fría” va mas allá de lo noticioso, de lo informativo, todo el mundo sabia que Dick Hickock y Perry Smith, habían asesinado a los cuatro miembros de la familia Kluter, esta claro que Truman Capote no quería contarnos eso, eso ya lo sabia todo el mundo, quería contarnos el perfil psicológico de los asesinos, quería hacer un retrato también de una cierta época y espacio muy bien representado por los personajes de la historia.

¿Tiene influencia el cine sobre los cronistas?

A.S.R.: Si, a mi me parece que la Crónica, es un género periodístico narrativo e interpretativo, se nutre del cuento, la novela, el ensayo en algunos momentos, del cine, la poesía, porque a mí me gusta que la prosa de la crónica sea bella, agradable; lo difícil del género es que se debe saber escribir, tener datos, saber narrar, ser preciso, tener estructura narrativa, debido a que todos los relatos no se pueden contar de la misma manera, cada episodio tiene sus propios requerimientos estéticos, hay historias en las que conviene empezar por el final, otras se pueden hilar de manera lineal para que vaya increscendo la trama y al final se produzca la sorpresa, son cosas que un cronista sabe cuando a leído mucho o ha escrito mucho.

Los cronistas también podríamos ser medidos por las horas de vuelo, como los pilotos de aviación, porque a través de lo que escribimos se puede ver que tanto hemos volado, cuantas turbulencias hemos atravesado en el camino, si de verdad sabemos cruzar el océano o nos da miedo; por horas de vuelo entiendo que haya recorrido el país, haya estado en la selva, ponerse un chaleco y meterse al río así no se sepa nadar, estar en los llanos, en la costa, en el páramo, estar en medio del campo donde la gente esta ordeñando o en una zona de guerra, o donde hay cumbia o fandango; es decir una persona que haya recorrido el país, una persona que haya acumulado kilómetros dentro de su itinerario es alguien que tiene algo que contar, puede convertir esa experiencia en una reflexión académica para compartirla a los demás, de esa manera creo que la crónica es un género necesario para humanizar el periodismo, para construir la memoria.

¿Cómo podría la crónica contribuir con la memoria histórica de Colombia?

A.S.R.: Hubo un tiempo (que conste que me gusta la historia) en que los historiadores sobre todo los del pasado, se preocupaban de hablar de la historia en letras de molde, la historia escrita con mayúsculas y descuidaban la historia escrita con minúsculas, entonces nos hablaban de Simón Bolívar que libero cinco naciones y convertían en mito la espada, pero no nos hablaban de lo que se comía en esa época, de cómo se cocinaba la mojarra.

¿Para definir la crónica antigua se podría decir que el recuerdo y la prosa descriptiva, son parte de sus características?

A.S.R.: La descripción es un recurso de la narración, cuando uno narra describe pero no es toda la narración, existe una tendencia generalizada a cometer el error de creer que narrar es describir, yo soy profesor a veces, me topo con muchachos que solo describen, no investigan, no preguntan; la descripción es sólo una de las herramientas de trabajo, pero es solo un elemento.

¿Cuáles cree que son las características que diferencian la crónica y el reportaje?

A.S.R.: La crónica es un género Micro, va al detalle humano en primer plano, la crónica cierra el lente para ocuparse de una historia pequeña que sea representativa de un conjunto, por ejemplo: se puede hacer la crónica del colombiano ciego que sobrevivió al atentado a las Torres Gemelas y que tubo que caminar desde el piso veinte o treinta, ayudado por un perro, eso es un personaje; a través de él yo puedo ver parte del conjunto, voy al detalle de él, es la historia de él, esa es la crónica.

El reportaje es un género Macro, es un género donde a través de varias fuentes, a través de varias voces se puede reconstruir esa tragedia, hablar con la policía, con gente de seguridad de la CIA, políticos para saber sobre las repercusiones de ese hecho, gente experta en la religión Musulmana. Ambos utilizan el recurso de narrar; García Márquez describe el reportaje como “el cuento completo”.

¿Usted cree que de la entrevista puede salir una crónica?

A.S.R.: Es posible pero no es lo ideal, es uno de los recursos más utilizados por los facilistas, parte importante de la crónica es reconstruir la atmósfera del personaje, porque el cronista tendría lo que el personaje dice pero no lo que el personaje es; a mi me gusta acompañarlos en sus espacios habituales, la casa, el trabajo, hablar con la gente que los conoce, podría salir una buena crónica pero eso seria excepcional, lo normal es que salga una muy mala crónica o una crónica incompleta.

¿La crónica nos serviría para hacer una población más unida y comunicativa?

A.S.R.: La crónica tiene entre sus alcances la posibilidad de sensibilizar a la gente con relación con algunos temas que le incumben que la atañan, no creo en proponerse moralejas desde antes de escribir, es decir si la crónica está bien escrita conmueve a la gente y tiene una moraleja implícita o más, pero si el punto de partida es la moraleja y no es la historia, estamos en problemas.

¿Cree que la reflexión de la crónica se ha ido perdiendo por la presión de los medios?

A.S.R.: Falta espacio. La verdad es que yo si intento incluir muchas reflexiones a las crónicas.

En esto quiero ser tajante, a mi me choca como lector no como periodista, que la persona que me cuente una historia, me filtre sus opiniones personales sobre el bien y el mal, en momentos se escapan algunas pinceladas, pero cuando esto se convierte en algo obsesivo y el escritor no me da impresiones personales, sino claramente opiniones como las que salen en las columnas de opinión entonces esto ya no me gusta.

¿Los medios si contribuyen a generar reflexión?

A.S.R.: Unos más que otros, la televisión para nada, la televisión es una sarta de ligerezas y superficialidades, así como existe el delito de enriquecimiento ilícito también debería existir el delito de embrutecimiento ilícito y se debería juzgar a esas personas que hacen televisión de la manera más ruin que hay: que es explotar la miseria, el dolor ajeno, ofreciendo contenidos sin un mínimo de contexto para su aprovechamiento.

El relato debe ser autosuficiente. Hemingway cuando escribe “El Viejo y el mar”, no está haciendo comentarios sobre la mala condición del viejo, sobre que la humanidad está terriblemente malograda; simplemente comienza: “Era un viejo que tenía ochenta y Cuatro días sin poder pescar”. Listo.

¿Cómo se distingue un buen tema de un mal tema?

A.S.R.: Un buen tema es universal; un tema universal es aquel, que puede ser importante en Colombia, Chile, Pakistán, Camerún, donde se ponga.

“La Vida es bella” de Roberto Benigni, nosotros siendo colombianos hemos sido ajenos al conflicto que se plantea allí, al contexto geográfico que se plantea, aunque no pertenecemos a ese espacio nos sentimos identificados con ese drama terrible de un padre que quiere convencer a su hijo de que la guerra cruel en la que están sumergidos, no es una guerra sino un juego; es una situación universal, entonces los buenos temas son universales, que para bien o para mal afectan a mucha gente.

También me gustan los temas donde hay conflictos, la vida de los seres humanos está llena de conflictos: hombres que quieren una mujer pero no son correspondidos por ella, alguien que sueña ir a Miami, pero tiene que quedarse en Madrid - Cundinamarca, gente que quiere entrar a la base naval de Cartagena pero no los dejan por ser negros, personas que ven comerciales de comida pero tienen que comer agua panela con pan, la mujer que sale de su casa con el fin de tener vacaciones y es secuestrada por el camino.

¿La investigación es importante para el desarrollo de la narrativa dentro de la crónica?

A.S.R.: Total, si una persona escribe muy bien, pero en su texto no hay investigación no me interesa para nada, de pronto como un ejercicio de escritura o de reflexión, pero ya no lo consideraría crónica.

¿Cómo plasmar el espíritu humano en una crónica?

A.S.R.: Escuchando bien a la gente, conociéndola mucho, yo nunca hago crónicas basado en el primer encuentro con la gente, yo voy a las casas, puedo invitarlos a jugar billar, o a tomar café, pero no me intereso por preguntar nada, es decir me parece que obtener esa información intima, humana, depende de que uno le brinde confianza, le genere confianza.

Por ejemplo: si una muchacha ha sido prostituta, no va a empezar a hablar de su vida como prostituta cinco minutos después de que yo llegue, me parece que el periodista debe generar confianza y a partir de este hecho los personajes se van abriendo y van contando las cosas.

Yo tengo una preocupación genuina, una curiosidad auténtica por la vida de los demás, siendo así una persona a la que le interesa saber que le pasa a los demás, entonces para mi no es una tortura sentarme a escuchar a alguien tres horas, inclusive lo oigo así no esté haciendo mi trabajo.

¿La literatura que papel juega dentro de la formación de la crónica?

A.S.R.: Mucha, porque hay que leer buenas novelas, buenos cuentos. Yo no le creo al periodista que solo informa, hay algunos que son muy buenos con ese método de solo informar, pero tiene que ser excesivamente bueno para que se le perdone el pecado de no saber escribir.

¿Quiénes lo influenciaron a escribir?

A.S.R.: Es una lista larga, yo incluyo escritores, cronistas, escritores Dostoyevski: no creo que el me haya influenciado desde el punto de vista estilístico, además por que lo he leído traducido, lo he leído en Español , no se leer en ruso; pero digamos que Dostoyevski tiene en su obra literaria gran capacidad de penetración sicológica, no solo se preocupa por contar los hechos de los personajes, sino lo que sienten y piensan, a mi me interesa construir un perfil humano donde la gente vea la personalidad: si es rebelde, si es peleón, competitivo, cascarrabias, todo eso debe quedar claro en la crónica.

También me influencia García Márquez, Gay Talese, Truman Capote, Flaubert, Albert Camus.

De las crónicas que ha leído ¿Cuál le ha llamado la atención por lo extraña?

A.S.R.: En “Música para camaleones” de Truman Capote, está es la historia de una señora que tenía un congelador lleno de gatos muertos, recuerdo haber leído una historia maravillosa de Gay Talese titulada “El señor malas noticias”, sobre el periodista del New York Times que se encargaba de hacer las notas necrológicas, lo particular era que el reportero las hacia antes de que el personaje se muriera, el escribía la crónica en pasado sobre gente que aún estaba viva, él le confesaba a Talese que a veces se le confundían los limites entre la vida y la muerte, ya no sabía la condición del personaje y a veces cuando el sentía que un artículo le quedaba muy bien escrito el rogaba para que esa persona se muriera rápido.

¿La crónica es sinónimo de autosuficiencia en el sentido que se sostiene por si misma?

A.S.R.: La crónica depende de la noticia, la crónica puede ser atemporal, pero se debe preocupar por mantener un grado de actualidad, hay que procurar buscar en la historia elementos reales que pertenezcan a la actualidad.

¿Bajo su óptica cual es la obra más preciada?

A.S.R.: Eso es muy difícil de decir, pero puedo decir algunas que siento que me gustan, hice una que salió en El malpensante se llama “El testamento del viejo Mile”, sobre el viejo Emiliano Zuleta, tiene casi cincuenta paginas y la publicaron, siento que es de lo mejor que yo he hecho.

¿La reflexión de la crónica se ha perdido?

A.S.R.: Ha perdido espacio en los periódicos, porque los periódicos quieren competir con la televisión y la radio, contando la inmediatez en ves de ir mas allá, pero en los últimos años han surgido revistas como: El malpensante, Número, Gatopardo, SoHo, que le dan espacio al periodismo narrativo, y ahora viene la que es una de las mejores revistas de Iberoamérica “Etiqueta Negra” del Perú, es solo para escribir crónicas, por qué existen, si fueran tan malas, por qué se mantienen Ya llevan mucho tiempo.

¿Cree que por la inmediatez de los diarios tradicionales se ha perdido la reflexión periodística?

A.S.R.: Si, porque los periódicos son un negocio a veces un poco descorazonado, es como los canales de televisión en Colombia, que solo son realitiys, telenovelas y noticieros, pero nadie hace documentales, nadie va a contar el verdadero país con una mirada más reposada, más inteligente, alguien dijo Que: “Si Jesucristo resucitara hoy no seria tema para una crónica sino para un reality”

¿Cuál es el mayor problema para escribir en la prensa actual?

A.S.R.: El único problema que yo creo que tengo, es que la crónica es un género, Se puede hacer una noticia diaria pero no una crónica diaria, entonces la supervivencia del cronista no es fácil, se tiene que ayudar con otras cosas, sólo escribiendo crónicas yo no he podido vivir y creo que en Colombia no hay nadie que viva de eso.

¿La crónica debe ser abordada en todas las facultades de Comunicación social?

A.S.R.: Naturalmente, la crónica es parte del periodismo, lo que pasa es que la crónica es un género que no está al alcance de todo el mundo, hay que tener un talento especial para ella, aunque suene un poco excluyente pero es la gran verdad.

¿A qué se debe que en las facultades de comunicación social incluyendo a sus alumnos no se reconozcan los hitos del periodismo nacional?

A.S.R.: Descuido de la universidad, descuido del alumno y la indolencia del país, resulta que imágenes como la de Germán Pinzón las nuevas generaciones la han olvidado, se debe a que a veces las facultades del periodismo están a espaldas a nuestra memoria; hay muchachos que no saben ni siquiera quien es Juan Gossaín, que todavía está vigente.

¿La farándula acabo con los verdaderos periodistas?

A.S.R.: La farándula y la farandulización, hubo un tiempo en que los muchachos entraban a estudiar Comunicación Social, porque querían ser escritores o humanistas, ahora suele ocurrir que muchos de los que comienzan a estudiar Comunicación Social quieren ser modelos o presentadores de televisión, siendo esto respetable, el problema es que se ha generalizado esa mentalidad, antes los presentadores de televisión salían de las facultades de periodismo, ahora salen de los reinados de belleza; entonces se va envileciendo la profesión.

¿Qué cambios son importantes para la crónica desde el reportero?

A.S.R.: El cronista debe ampliar la agenda del periodismo, los medios nuestros tienen una agenda que se limita a la guerra, al conflicto, a la farándula y al deporte, pero digamos la cultura popular, la vida común y corriente de las personas desconocidas, la vida de la periferia, la vida en nuestros ríos, nuestros mares, nuestros valles, la vida de la gente que solo respira que no hace cosas heroicas, ni extraordinarias, esa vida no nos la están contando.

Entonces el cronista debe procurar contribuir a ampliar la agenda de los medios, a volverla más abierta, más humana.

¿Qué hace que el cronista incurra en esos errores?

A.S.R.: Una visión equivocada de los editores, que de pronto creen que la guerra es un tema más vendedor que los otros.

Uno ve un noticiero y es patético, empiezan con noticias de masacres, después pasan a los goles y terminan con mujeres semidesnudas sentadas en un sofá contando chismes de farándula, creyendo erróneamente que esa cursilería es el contrapeso de lo fúnebre, es decir; como al principio te di mucha muerte y mucha masacre, entonces ahora te voy a poner algo amable, pero yo no veo que la farándula sea el contrapeso de la muerte, el contrapeso de la muerte es la vida, y la expresiones de vida hay que buscarlas de otra forma, me parece a mí.

La farándula es un aspecto más pero no debería tener la preponderancia que tiene hoy en día, es algo terrible, es brutal. Creyendo que eso garantiza un final feliz.

¿Se puede rescatar algo de la nueva generación de cronistas, que no tenga la anterior?

A.S.R.: Hay algo que me parece importante, hace doce años se creo La Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, (FNPI) que preside Gabriel García Márquez y tiene su sede en Cartagena, antes de que se creara esa Fundación, vivíamos incomunicados, creyendo que teníamos los mejores cronistas del mundo, periodistas, creyendo que el periodismo se acabo, andábamos repitiendo las ligerezas más olímpicas de una manera irresponsable, cuando se crea esa Fundación dejamos de vernos el ombligo, ampliando nuestra mirada hacia fuera de las fronteras y descubrimos que existían: Jon Lee Anderson, Alma Guillermoprieto, Tomás Eloy Martínez, Richard Kapuscinski, entonces las nuevas generaciones han tenido el privilegio de contar con unos referentes mejores de los que tenían las viejas generaciones.
La gente que está haciendo crónica en este momento sabe quien es Martín Caparrós, Gay Talese, Juan Villoro, porque no somos tan aldeanos y de alguna manera hemos sido capaces de mirar hacia fuera.

Antes dije que tenemos mejores referentes, pero también es cierto que entre los empíricos de antes había mucha gente que leía más de lo que leen las generaciones de hoy.

¿Cuáles son las desventajas de la generación actual?

A.S.R.: Las desventajas son un exceso de tremendismos, que lleva a muchos a creer que los buenos temas tienen que ver con desnudos escandalosos, violencia excesiva, narcotráfico o guerra.

¿Cree que hay alguna diferencia entre los cronistas empíricos con los académicos?

A.S.R.: No tengo ese prurito del empírico y el académico, hay muchos empíricos que yo admiro y mucha gente académica como Juanita León, Daniel Samper Pizano, entonces creo también que uno construye su propio conocimiento.

Pienso que de los empíricos hay muchas enseñanzas útiles para nosotros y de los académicos de los últimos años también, tengo claro que no se puede vivir de espalda al saber académico que se ha generado con relación a nuestro oficio, ya no es solo que yo me siento y me inspiro en una hoja, tengo que tener estructuras narrativas y ética.

¿Existe la literatura de la realidad?

A.S.R.: Si, periodismo literario no es solo el que narra, un buen comentarista, un buen columnista también pude escribir de una manera literaria, así lo hacen los ensayistas.

¿Qué tipos de crónicas han ido desapareciendo?

A.S.R.: Las de viajes no se ven mucho, por que tienen su precio hay que pagarle al periodista, el alojamiento, la comida, los pasajes.

Aunque a mi no me gusta hablar de crónica política, crónica roja, crónica deportiva, a mi me gusta hablar de Crónica, así como no me gusta hablar de literatura femenina y masculina, la literatura esta bien y ya, si la hizo Virginia Wolf o la Hizo Truman Capote da igual, yo quiero que este bien escrita no más, que sea buena literatura, me tiene sin cuidado si es una mujer o un hombre el que la hizo.

¿La mejor época de la crónica?

A.S.R.: Quizás voy hacer hereje, me parece que son los últimos quince años, por lo que representa, tener cuatro revistas de talla internacional, cuatro revistas circulando en varios países de América latina, eso dice mucho de lo que hemos alcanzado en los últimos años.

¿La crónica que más trabajo le ha llevado construir?

A.S.R.: La que estoy escribiendo ahora, sobre las víctimas de los atentados con minas antipersona.

¿Un hecho anecdótico?

A.S.R.: Una vez le pregunte a Alejo Duran, cuantos hijos tenía, empezó a sacar la cuenta con las manos, se le extraviaba la cuenta, se le perdía, volvía a empezar, luego de varios intentos me dice: en total tengo veinticuatro, yo le respondo: ¿veinticuatro maestro? Y ¿con la misma?, él me vuelve a responder: “si con la misma, pero con diferentes mujeres”. Eso después se volvió chiste, pero eso salió de la entrevista que yo le hice a Alejo Duran.

¿Una lectura que lo haya impactado?

A.S.R.: Muchas cosas, me conmueve mucho “El olvido que seremos” de Héctor Abad; me perturbó el libro “Hiroshima” de Jhon Hersey, que fue elegido en una encuesta hecha entre periodistas de Estados Unidos como el trabajo periodístico más importante del Siglo XX, a Jhon Hersey lo enviaron a Hiroshima para que contara como había sido la experiencia de la gente que sobrevivió a la bomba atómica, introduciendo un relato escalofriante.

Otro libro que me emociona es uno escrito por Joseph Mitchell, “El secreto de Joe Gould”, me parece un documento precioso, es un libro hermoso, un libro que cuando uno lo cierra le da besos, siempre he creído que no debo estar muy lejos de donde este ese libro, para estar bien, para que yo este tranquilo, es un libro Muy bello.

Y de lo que he hecho: digamos que el libro de Pambelé (El oro y la oscuridad), me brindó muchos momentos enternecedores, porque tuve que escribir sobre un personaje que había sido mi héroe toda la vida, yo crecí viéndolo pelear y contar la historia del héroe de uno; cuando el héroe de uno esta destrozado por la vida, es duro.

¿Un consejo para la nueva generación de cronistas?

A.S.R.: Por mi experiencia como profesor, me he encontrado a numerosos jóvenes con mucho talento, jóvenes que le han puesto un poco de color a mi actividad, que me han alegrado el rato y me han hecho sentir justificado; por que escriben muy bien, por ser acuciosos para investigar, pero me he encontrado con algunos de esos muchachos y les he preguntado que están escribiendo y me encuentro con una respuesta descorazonadora: “No profe, no volví a escribir”. Entonces me pregunto ¿escribían por qué tenían vocación o escribían para ganarse mi materia? Las posibilidades de respuesta a ese interrogante son inquietantes, entonces mi consejo es: “No dejen que se les pierda el fuego, la pasión”, por que en la vida toda la gente que ha trascendido haciendo algo, es debido a que se apasiona por su actividad, mi consejo es: “Amar con el corazón lo que hacen, no escribir con el bagazo del tiempo, sino con el alma, dedicarse al oficio con disposición y voluntad”, mi consejo es: “No dejarse convertir en periodistas de parcial”.

Cortazar decía que: “Hay escritores de bar y escritores de verdad”: los de bar son los que se sientan en la barra y se ponen a hablar de los libros que nunca van escribir, son inteligentes, cultos, saben de literatura pero no hacen lo que recomendaba Balzac Que es: “poner el culo en la silla”.

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La vida de un Cascarrabias

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