sábado, 5 de julio de 2008

(III) ¿QUÉ SIGNIFICA SER CRONISTA HOY EN LATINOAMÉRICA?


(III) NUEVOS CRONISTAS DE INDIAS: ¿QUÉ SIGNIFICA SER CRONISTA HOY EN LATINOAMÉRICA?



Por Diego Leonardo González Rodriguez


Julio Villanueva Chang: (abre relatando una carta recibida por el escritor Paul Auster, titulada “La Gallina”, su remitente era Linda Elegant)

“Una mañana temprano de domingo iba bajando por la calle Stanton cuando vi, a pocos metros delante de mí, una gallina. Yo caminaba más deprisa, así que pronto le di alcance. A la altura de la Avenida Dieciocho, estaba casi encima de ella. En la Dieciocho, la gallina giró en dirección sur. Al llegar a la cuarta casa se metió por el camino de entrada, subió los escalones del porche dando saltitos y picoteó con decisión sobre la puerta metálica. Momentos después, la puerta se abrió y la gallina entró”

Según la explicación de Paul Auster sobre la historia de La Gallina, puede ser un testimonio, un cuento incluso un cuentazo, una historia tiene futuro cuando hace que te preguntes qué va a suceder después (…) se necesita una explicación, se necesita ir de la literatura al periodismo y urgente se necesita un cronista para que explique esa historia.

Voy a exponer por medio de algunas anotaciones lo que significa ser cronista: La consigna de escribir una crónica es no traicionar la historia por la quincena. “Se llama acontecimiento a lo que no se comprende”, decía Michel de Certeau. ¿Pero que entendemos luego de leer un periódico? ¿Cómo se construye el olvido de un acontecimiento?

- Los secretos están sobrestimados. Todo-el-mundo-tiene-más-de-un-secreto. A la gente, en su condición ciudadana, le interesa un informe de corrupción. Pero a la gente, en su condición de aburrida, le gusta que le cuenten historias. Hay ciertas sociedades y épocas en que lo real es más aburrido que la ficción, y en donde escribir crónicas acaba siendo un asunto funerario. Pero en general es al revés: suceden en el mundo tantos hechos extraordinarios que es un desafío escribir una novela que renuncie a los acontecimientos de la realidad. Cada día buscamos esa abundancia de lo extraordinario por habernos aburrido de leer tan malas novelas (y de ver tan malas noticias). Cada día buscamos historias, pero en los hechos reales, a veces domésticos, y en la voz de la gente detrás de estos hechos: más que leer, la gente busca experiencias. Y la gente se cuenta historias para dar sentido a su experiencia. La vida, en el acto del recuerdo, no es más que eso: una colección de experiencias.

- El cronista no es un astronauta en la terrenal sala de redacción: es un ser común y corriente que escribe con más o menos arrogancia sobre gente común y corriente. No está buscando la historia secreta. Lo evidente suele ser invisible, y un cronista tiene el privilegio de contar no sólo lo que sucede, sino lo que parece que no sucede.

- Un cronista tiene siempre esa posibilidad: donde escucha una voz, evidencia un carácter; donde siente un olor, presenta un gusto; donde ve una cifra, expone un modo de pensar. Va de los detalles al conjunto. Es un recaudador de minúsculas singularidades. Lo que a un reportero notarial le parecería una banalidad, para un cronista podría ser una verdad mayor.

- Un cronista no tiene escapatoria del pasado: trabaja siempre con recuerdos. Son recuerdos ajenos, que pertenecen a la gente que le cuenta los hechos. Son recuerdos propios cuando tuvo la suerte de ser testigo y, además de lo que le contaron, reconstruye lo que vio.

- Un cronista tiene un pacto ético y tácito con el lector: le cuenta una historia sobre otros, y la construye desde un punto de vista en tercera persona, o, cuando es necesario y domina la técnica, desde un punto de vista múltiple, incluyendo en mayor o menor medida el suyo. Si el cronista se toma libertades, el lector espera que se lo adviertan.

- El desafió del cronista es desengañar. Más que un experimento de escritura, lo suyo es un experimento de inmersión y conocimiento de una cultura, y en consecuencia, una cita frecuente con la perplejidad y el escepticismo. No hay que confundir el rigor elástico de los cronistas con la fiscalía o el puritanismo, ni su seriedad con la solemnidad, ni su irreverencia con la subjetividad. Además del instinto narrativo y de su licencia de aguafiestas, un cronista puede tener tanto de antropólogo cultural como de un reportero con mentalidad histórica. Hay una pregunta que sólo se puede responder cada vez que se publica una nueva crónica: más que deslumbrar por el modo de contar una historia, ¿hasta dónde puede un cronista iluminar el mundo que retrata? “La luz pública lo oscurece todo”, recordaba Heidegger. En un epígrafe ficticio que Juan Bonilla publica en su primer libro de cuentos, dice que cada noche, después de contarles historias a sus nietas, Somerset Maugham iba hasta la puerta y las miraba una vez más, rendidas al sueño: “Sentía allí que un narrador, en el fondo, no es más que eso: el que apaga la luz” un cronista, por el contrario, es el que la enciende.

“Una de las cosas más difíciles es describir la calle donde uno vive” dijo Juan Villoro, eso me pasa a mí.

¿Qué significa ser cronista?

J.V.C.: Parte de un hecho muy sencillo, quise escribir historias porque me asombra que la gente ignore sobre algo que a mi me encantaría que todo el mundo sepa y por eso yo me he vuelto cronista, porque no quiero inventar nada, hay cosas tan extraordinarias que valen la pena contarlas tal y como están: verificarlas, ser riguroso, respetar a la gente, respetar el como se han dado los acontecimientos, por lo tanto yo no necesito escribir novelas ni cuentos para esto.

¿Cómo es su proceso creativo para escribir crónicas?

J.V.C.: Mi proceso creativo es absolutamente creativo, creo en la intuición, me gusta por ejemplo tener un titular que al margen de cuando escriba la historia lo cambie; me gusta ese titular como una especie de faro que ilumine y de vueltas, ilumine y oscurezca lo que yo quiero decir.

Teniendo el titular empiezo a escribir el primer párrafo el cual me debe sorprender y expresar las ideas, no sólo que me las cuente, el párrafo de la historia es la inconciencia del momento que sólo se va aclarando cuando se escribe, cuando se comienza a escribir se muestra lo que queremos decir, es todo lo que se ha reunido en el cerebro antes de elaborar el escrito; cuando se escribe es cuando realmente se comienza a pensar esa es la diferencia entre hacer radio, televisión y escribir porque cuando se escribe se tienen dos segundos más para pensar.

La crónica puede ser un género reflexivo además de narrativo por eso la crónica moderna debe explicar los fenómenos que suceden y no sólo ser una historia entretenida.

¿Criterio con qué se edita una crónica?

J.V.C.: Prefiero conversar la idea con el periodista antes de que vaya hacer reportería o se siente a escribirla, prefiero participar de la aventura, de conversar de la idea de darle forma y luego de cómo encontrar las fuentes, los personajes, los documentos; en cambio de recibir un texto ya hecho porque en ese caso no se de que se trata la historia.

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