sábado, 9 de agosto de 2008

Juegos en Beijing


Fuente: Le monde diplomatique

Porque el ‘milagro’ está basado en la represión y la explotación de una inmensa hueste de trabajadores (los que fabrican para el mundo entero toda clase de bienes de consumo baratos). A veces trabajan entre 60 y 70 horas semanales por sueldos inferiores al salario mínimo. Más de 15.000 obreros mueren cada año en accidentes laborales. Los conflictos sociales están aumentando anualmente un 30 por ciento, así como el número de huelgas salvajes, de revueltas de pequeños campesinos y los escándalos de los niños esclavos.

El actual contexto es propicio para el descontento. Pues en China, como en muchos países, el incremento de los precios de los alimentos y la energía (el 19 de junio pasado, el Gobierno elevó el precio de los carburantes en un 18 por ciento) se traduce en un aumento de la inflación –que ya alcanzaba el 7,7 en mayo– y una consiguiente degradación del nivel de vida. Las autoridades temen el espectro de una inflación desestabilizadora que pueda provocar manifestaciones de masas semejantes a las que fueron aplastadas por el ejército en la plaza Tiananmen en junio de 1989.

A todo ello se añade el peligro de una catástrofe ecológica que cada día preocupa más a los ciudadanos. El ministro del Medio Ambiente, Pan Yue, admite la enormidad del desastre: “Cinco de las ciudades más contaminadas del planeta se hallan en China; las lluvias ácidas caen sobre un tercio de nuestro territorio; la mitad de las aguas de nuestros siete principales ríos son inutilizables; un tercio de nuestra población respira un aire muy contaminado. En Beijing, entre el 70 y el 80 por ciento de los casos de cáncer tienen por causa el medio ambiente degradado”


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