jueves, 11 de septiembre de 2008

La perversión populista



Brasil y México van a arrastrar a los demás", me respondió seguro hace un par de meses un banquero muy importante de Europa, cuando le pregunté sobre el riesgo de que el populismo se expanda en América Latina. La convicción del banquero parecía sincera, pero también dejaba la sensación de una desesperada expresión de deseos. Es que el banquero y su banco tienen mucho interés en que esta región se mantenga relativamente estable, libre de los altibajos políticos y económicos que la han caracterizado desde siempre, por una sencilla razón: el éxito de su gestión depende de que los miles de millones dólares que manejan, él y su banco, no acaben evaporándose a raíz de uno de los ramalazos imprevisibles con que los latinoamericanos cada tanto sorprendemos al mundo.

Es verdad que mi interlocutor se basó en fundamentos de peso. El populismo está presente, básicamente, en cinco países: Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. El creía -y ha de seguir creyendo- que allí se quedaría. Porque, me decía, los demás, aun aquellos que llegaron a los gobiernos con "bandera progresista", no son tan insensatos como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega o el inefable matrimonio de los Kirchner. "No lo son -argumentaba- ni el mexicano Felipe Calderón, ni el brasileño Lula, ni la chilena Michelle Bachelet, ni el uruguayo Tabaré Vázquez, ni el colombiano Alvaro Uribe, ni el peruano Alan García, ni el costarricense Oscar Arias". Para entonces, el banquero no sabía qué rumbo habría de seguir el paraguayo Fernando Lugo. Pero, en cualquier caso, sostenía, México y Brasil, más Colombia, Perú, Chile, Uruguay y Costa Rica, representan el 85% de la población latinoamericana, así como un porcentaje similar del producto bruto general de la región.

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